jueves, 1 de enero de 2009

MEMORIAS. Juan de Escoiquiz.


Juan de Escoiquiz, Memorias (1807-1808), prólogo de José Ramón Urquijo, Sevilla, Renacimiento, 2007, 438 págs, 20 euros
VISIÓN MUY DIRECTA DE UN DRAMA COLECTIVO. La justificación histórica del consejero de Fernando VII

Hasta la recuperación y publicación de sus Memorias por Antonio Paz, en 1915, fue Juan de Escoiquiz (1747-1820) un gran desconocido. La editorial Renacimiento reedita ahora el trabajo de Paz, precedido por un magnífico prólogo de José Ramón Urquijo.
La pasión que por Manuel Godoy sintieron tanto Carlos IV como su esposa, y la rebelión de su hijo, podrían inspirar comedias bufas y entremeses de no ser por el altísimo precio pagado por España: la Guerra de Independencia, con su goyesco cortejo de desastres. En el fatal desenlace, Escoiquiz tuvo un papel estelar. Maestro y consejero áulico de Fernando VII, fue actor principal en la desbaratada “conjura” que Godoy y los reyes quisieron castigar con la llamada Causa del Escorial. También fue quien negoció en nombre de Fernando, en Bayona, la indigna cesión que hizo aquel príncipe de la Corona obtenida mediante el golpe de Estado de Aranjuez. Así, la figura de Escoiquiz quedará siempre asociada a los funestos acontecimientos que dieron pie a la guerra y a la nada gloriosa circunstancia de ser el maestro del Felón.
Precisamente, y sin duda por necesidad de justificarse de algún modo, esa obra se centra en los años 1807 y 1808, ofreciendo una versión distinta y complementaria de la que brindaría años después Godoy en sus Memorias, recientemente reeditadas. Muy interesantes son los documentos y cartas anejos, que le permiten al lector hacerse por sí mismo una clara idea del nivel de estupidez y abyección alcanzado tanto por Carlos IV y por María Luisa como por su lamentable hijo.
Se leen muy bien esas memorias, escritas con el estilo cursi pero sencillo de un pedagogo dieciochesco, y al referir los detalles de su detención reproduce alguna anécdota divertida. En su ceguera, no sabemos si natural o voluntaria, Escoiquiz no parece darse cuenta de la incongruencia que supone aconsejar en 1807 a su real discípulo ponerse en secreto en contacto con Napoleón a través de la Embajada francesa —dando al Corso la ocasión, y quizá la idea de despojar a los Borbones del trono español— para, menos de un año después, aconsejarle al mismo príncipe que renuncie a la Corona… En cualquier caso se trata de una obra importante, indispensable a la hora de comprender mejor el gran drama cuyo bicentenario recordamos ahora.

Luis Español
La Aventura de la Historia, nº 123, enero 2009, pág.