José María Solé, La tierra del breve pie: los viajeros contemplan a la mujer española, Madrid, Veintisiete Letras, 2007, 296 págs., 21 euros.
UNA VIEJA Y ENRAIZADA ATRACCIÓN
El último y muy entretenido trabajo de José María Solé consiste en un variadísimo compendio de testimonios acerca de la mujer española. El símbolo de esa mirada es el título del libro, La tierra del breve pie; y es que muchos extranjeros fantaseaban sobre la pequeñez del pie de las españolas, o le concedían una importancia social que rondaba el fetichismo.
Solé mira cómo otros nos miraron, cómo otros nos vieron. Sin pretensiones científicas ni bibliográficas, esa obra no es un remedo de los clásicos de Farinelli, García Mercadal o Juderías, sino que consiste en un centenar de textos, traducidos al español en su casi totalidad por el propio autor y pertenecientes a obras imposibles de hallar fuera del estrecho marco de las bibliotecas especializadas.
Del centenar de testimonios, sólo tres son femeninos, así que sobreabundan las miradas masculinas que van desde la misoginia hasta la rendida adoración. Rememorando el bicentenario de 1808 resultarán particularmente interesantes los recuerdos de aquellos británicos que vinieron a servir en la Peninsular War.
Algunos testimonios llaman la atención: todos los autores insisten en que los celos eran una materia del pasado, que en realidad el marido español era poco celoso y los celos más bien atributo de los amantes… Otro aspecto muy ponderado es la mezcla tan española de lo profano con lo divino o el hecho de que las castellanas no perdieran la titularidad de sus bienes al casarse. También hay visiones contradictorias y otras parecen dudosas o tan ridículas que resultan divertidas.
Un testimonio proporciona mucha información acerca del testigo; leyendo este libro nos sumergimos en la idiosincrasia de los europeos a lo largo del tiempo. Parte del placer de esta obra se debe a la vitalidad de textos cuyos autores se fijaban en elementos atractivos: vestido, colores, modas, actitudes, bailes, flores en el peinado, andares... Algunos elementos van cambiando al alimón de las modas, y otros han permanecido. Pensemos que Marcial hablaba ya de las castañuelas y de los bailes andaluces hace dos mil años…La cuidadosa elección de los textos impide que el libro sea un mero compendio de clichés; antes bien, nos invita a hacernos preguntas acerca de lo que creemos saber sobre nuestras abuelas y antepasadas, es decir, sobre nosotros mismos, nuestra esencia y nuestro devenir.
Luis Español
La Aventura de la Historia nº 112, febrero 2008, pág. 48